Monochrozmia: Curtain Call
MONOCHROZMIA
PARTE I: NIÑEZ
⦿CURTAIN CALL
¿Me extrañaban? Me presento de nuevo, pues volví a nacer. Kiri para ustedes, pero el resto del mundo puede llamarme “Monochrozmia”, el nuevo mundo, hemos abierto los ojos. ¿Qué ocurrió con aquella modelo, con aquella chica que escribió la carta para su madre? He aprendido y absorbido cada parte de la existencia en un solo color; esto ocurrió de una manera tan sorpresiva como elocuente; y es que aún no logro creer cuánto he cambiado, así que regresemos unos días de cuando escribí la carta hacia mi madre.
Caminaba goteando agua salada, brincando por todos lados como si se tratara de una niña; en realidad lo era. Un día salí del taller de Alexander con los ojos cerrados.
-¿Te ocurre algo? El brillo de tus ojos se encuentra intermitente.
-Una bocanada de aire fresco - lo dije casi sin pensar, como si mi mente tomara el control de mi habla antes que mi voluntad.- Es todo lo que necesito.
Alexander me ofreció tomarme el día libre, pues necesitaba que sus modelos estuvieran relajadas para un día antes de la pasarela. Me explicó el concepto de su vestido como un desgarre emocional, como si tomáramos pedazos de tela y cayeran al vacío. Él le llamaba “El Vestido Amateur” y decidió usarlo en mi para que lograra sentir, más allá de mis ojos, lo liviano y transgresor de su técnica de diseño.
Corrí más de un kilómetro, golpeando a señoras, señores y niños. Puedo apostar que ellos pensaban todo el tiempo que una loca se había soltado del mar, pero en realidad yo me sentía una sirena a la que le daban sus pies por primera vez. Podía visualizar más allá de mi frente, cada rubor, cada maquillaje rosado.
Baby, what do you do now?
Where are you now?
So, I want you to notice how I'm feeling
-¡Señora! ¿Podría darme su hora?- pregunté a pesar de no saber si le hablaba a una mujer, un hombre o un ente no binarie.
-¡Pero mira nada más cómo viene, señorita!
Una esencia a belladona inundó mis sentidos. Alexander, mi más grande confidente, lo más cercano a lo que, románticamente, se llamaría “el amor de mi vida”. Podría ser que aquel hombre tuviera el olor del mismo paraíso, pero el sudor de mi cuerpo combinado con el agua de mar y lagrimas soltaba una esencia a vida. Ni un millón de belladonas podrían igualar aquella fragancia.
-¿Quieres saber la hora o quieres que te lleve a tu casa?
Le abracé sin pensarlo dos veces, quería saber la hora para replicar lo que había… ¿visto? En ese momento solamente pensé en la felicidad de existir en un mundo donde el cielo se pintara de… ¿qué color? Alexander asomó su reloj, supongo para darme su hora.
-¿Qué color es tu reloj, Alexander?
-¿Alexander?
-No importa- me ruboricé, había olvidado que yo había inventado ese nombre para él, así que simplemente lo dejé pasar, pues el color de su reloj era aún más intenso que el que vi antes de volver a nacer.
-Es rosa, mi querida Kiri, y la hora que tengo en mi reloj es…
-No me importa, prefiero que me digas que hora era hace una hora.
-Sospechosa, mi niña, y fascinante como siempre tu curiosidad. Te contestaré de la misma manera filosófica en la que me preguntas. Hace una hora fue la maravillosa “hora mágica”, como le gusta llamarle a mis amigos y amantes del cine.
-¿Entonces lo que pasó fue una obra de magia?- por un momento pensé en que un truco dura un segundo; fuese como fuese, este truco ya lleva una hora funcionando.
-¿A qué te refieres?
En la hora mágica el cielo se pinta de muchísimos colores según Alexander. Naranja, amarillo, azul y… Rosa.
-¿Te molestaría si me llevas a mi casa? Hay una carta que debo destruir…
-Con una condición, si me explicas por qué me llamas Alexander.
-Trato hecho.
Hoy volví a nacer entre las olas de mar. Cuando la muerte rodeaba mi rostro logré ver una cosa, un color primordial, el conjunto de muchos tonos y subtonos; en ellos logré observar mi verdadera naturaleza, más allá de mi nacimiento biológico, más allá de lo que me hacía sentir más o menos cómoda. Hoy nací entre espuma, arena, conchas y el cielo, la hora mágica. Ahora me llama el escenario. It’s curtain call.
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