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EL FIN - EXPERIMENTA EL INICIO (PARTE I)


BASE “TIERRA". DOS DÍAS DESPUÉS DEL FIN.
Los habitantes de la base “Tierra" apartaron a Steven después de saber que estaba encerrado por haber matado a alguien, se preguntan cómo demonios pudieron salvar a un asesino.
—A veces dicen que los asesinos seriales son los más inteligentes.—Dijo Christine, nombre clave.
—Sólo asesinó a una persona. Además, si es cierto que va a haber un juicio, estoy seguro que él va a ser el primero en caer. Tal vez fue un error en el papeleo.
—¿Papeleo? Es el fin del mundo; yo vi como a mi jefe le comían los brazos unos insectos.
—Yo vi una ola de líquido amarillo en lugar de mar.
Jackson, nombre clave, ama la playa, el mar y las olas para surfear. El día del fin fue el concurso de surfing más importante a nivel nacional. La prensa apuntaba sus cámaras a cada surfista con la esperanza de encontrar a un nuevo icono de las olas; Jackson estaba muy lejos de serlo, su ambición y persistencia lo habían convertido en una promesa con poco potencial. Con suerte acabaría en los primeros cuarenta lugares y si tuviera la oportunidad de atravesar una gran ola, tal vez los primeros treinta.
Faltaban cuatro personas para el gran debut de Jackson cuando pasó. Número 43 estaba a punto de agarrar la mejor ola de toda la tarde, observó que algo se movía debajo de la ola, daba igual lo que fuera pues ballenas y tiburones había en el mar con seguridad. La cosa que se movía en el agua dejó que terminara su rutina, cuando la marea bajó, se escuchó un gran tumulto que no distinguía alguna conversación.
—El mar se está poniendo amarillo.
Jackson volteó hacia el mar, en efecto, no era efecto del cielo o el horizonte, parecía que salía espuma del mar, espuma de color amarillo orina, el mar comenzó a crear olas enormes que se comieron a muchos de los practicantes, incluyendo a número 43. Las olas alcanzaban alturas que nunca se habían visto y cayeron en todas las personas presentes. Algunas salieron del mar caminando convertidos en muertos vivientes. 
Cuando una ola cayó frente a Jackson pensó que su vida acabaría pero, al momento de caer dejó un círculo delineado el perímetro del surfista. Y perdió el conocimiento.
—¿Qué será ese líquido amarillo?
—Tal vez sea una especie de virus.—Christine es la secretaria del, ya muerto, senador de un país. Conocido por ser la persona más corrupta del país. Responsable de la muerte de veinte personas fuera del Palacio de justicia, sus órdenes habían sido aniquilar a todo protestante. Christine guardaba el silencio y ejecutaba órdenes por dos razones: fue la amante del senador y por la promesa de divorciarse para vivir una vida con ella.
—¿Es necesario vivir una vida donde exista el engaño? En pequeña porción, me alegra que el mundo se haya acabado.
Detrás de ellos, Steven escucha atentamente.
—¿A qué te refieres, Christine?
—En el momento del fin del mundo yo me quería morir, ¿por qué mantener viva a alguien que no quiere si quiera preservar este puto mundo?
Se abren las puertas de la sala donde están reunidos y entra la señora Neurona con sus dos asistentes. A los habitantes aún les aterra la idea de ser observados y escuchados a cada momento, una parte de ellos sabe que es inevitable que no haya una reacción a lo que acababa de decir Christine.
—¿Quieren saber qué es el líquido amarillo?—preguntó Neurona.
—Yo no.—Christine se levanta del círculo que habían formado los habitantes, atraviesa la puerta y se encuentra con Steven quien está sentado afuera de la sala. En los pensamientos de Christine está abrir la puerta y que todos se mueran: un surfista, un cantante, un asesino, buenos para nada y una secretaria que se vendió por una promesa vacía. Si aquellas personas sostienen el futuro del mundo, le espera lo peor.
—Hoy van a tener una lección magistral. Por favor, síganme. 
La señora Neurona, sus dos asistentes y todos los habitantes, incluyendo a Steven se dirigieron a la puerta de salida. Ahí está Christine, a punto de abrir la puerta.
—El líquido amarillo es un virus muy voluble, su alimento favorito es la vida, cualquier tipo de vida que pueda saborear es un festín para el virus. Si a ustedes no se los comió hay dos posibilidades. Son inmunes o nosotros los salvamos. Christine, abre la puerta.
Los habitantes, incluso las asistentes, se impresionan con la orden de Neurona, excepto Steven quien se alegra de escuchar la orden. En su mente corren ideas de diversión y juegos con la viscosidad amarilla, incluso una bonita amistad con el virus que acabó con el mundo. Christine, en cambio, observa la manija. Es obvio que Christine sobreviviría por la manera en la que le ocurrió el fin del mundo.
—No voy a dejar que abra la puerta.—Dijo Angelinna, nombre clave, una mujer proveniente del ejército, una de las mejores cadetes en la historia de su país.—No voy a dejar que lo haga.
—Detenla, entonces.
Angelinna corrió hacia Christine, cuando llegó al lugar donde ella estaba parada observando la puerta, ya era demasiado tarde. La puerta se había abierto. Un golpe de aire frío tiró a las dos féminas al piso donde Angelinna impactó en la cabeza, cayó inconsciente , tal vez muerta. Christine, en cambio, observa la puerta detenidamente para comprobar que en realidad es el fin del mundo. No entraba ninguna viscosidad amarilla.
—¿Lo ven? No es el fin del mundo. Seguro nos implantaron esas memorias, no somos títeres. Salgan conmigo.
Steven, quien observa detenidamente y entretenido la escena de un paso adelante. Su rostro se había transformado completamente en facciones y personalidad de alguien más. Su rostro divertido cambió a serio y su voz se engrosó a otro nivel, se trataba de otra persona dentro de su cuerpo. Se acercó a la puerta mientras, temerosos, observaban los habitantes. La señora Neurona se adelantó con él y se pusieron al borde de la puerta.
—Este es en serio el fin del mundo, mierda.
—En efecto.
Ambos esperaron en el borde del inicio del fin. La puerta que se abrió tiene del otro lado un cuarto con paredes transparentes, ahí es donde se da el baño químico, las paredes es tan cubiertas del material más resistentes y anti traspirantes. Es, sin duda, el cuarto más seguro de toda la base.
—Si usted quiere averiguar si sobrevive o no. En este punto está sola.—Dijo Neurona, observándole fijamente.—Y, claro, los que quieran acompañarla.
—Aunque vas a tener que vivir con una muerte en tu conciencia.—Indicó Steven mientras se acercaba lentamente a Christine.—porque mierda, Christine. Mataste a una cadete, así que, como hubiera dicho mi padre: “vida por vida".
—Te están esperando, Christine.
En efecto, la cadete Angelinna había muerto de un torrente de energía químico, en pocos minutos, su cuerpo se había convertido en un avispero, la radiación de los restos de baños se había dirigido enteramente a ella por ser vulnerable. Christine vio el cuerpo de la cadete aterrorizada, ya no parecía ni un rastro de lo que era. Sentía miedo de salir cuando escuchó un golpe, un choque en las paredes con estruendo de bomba, después del golpe se escuchaba el arrastre de un insecto, como la salida de un líquido en una botella.
—Christine, es hora de salir.
—Déjate de mierdas, Christine. Tu decidiste morir.
Las piernas de Christine se movían solas, le pedían salir al baño químico y ver lo que provocaba los sonidos tan asquerosos que escuchaban. Nadie se movía. Christine puede sentir que las paredes se mueven y se hacen más pequeñas. De repente, una voz sale del vacío.
—No pongas en prueba al fin del mundo. Sal y púdrete.
Christine salió.

Y nunca regresó.


OFICINAS GREENFIELD. SEIS MESES ANTES DEL FIN.
—Solamente quiero saber por qué la urgencia.
Las oficinas Greenfield son la base del congreso máximo: Monarch. Monarch nació el día en que El Monarca cayó en LA, tras el poder de un grande controlado por la magia y el terror, se decidió que tendría que haber un mayor control sobre "los locos sobrenaturales" que se alzan contra la normatividad de Los Inmortales. Después de la muerte de Topace Indie y el incidente con El Monarca, se decidió que la seguridad de Los Inmortales es más importante de lo que se pensaba.
En la reunión anual del Monarch se reúnen los mayores exponentes económicos, políticos, sociales y biológicos del mundo. 306 personas que deciden el futuro de sus respectivas ramas, todos estaban reunidos en las oficinas Greenfield debido a una reunión con urgencia agenda da por Andrew. Los inmortales, como Andrew, estaban obligados a permanecer fuera de la junta debido a la falla de "La Liga de Corte", una asociación de inmortales que no vio venir la guerra venir.
Sin duda, las personas enteradas de los poderes de los inmortales, los querían fuera de su vida, jamás serían ricos o famosos, su poder les daba todo lo que ellos necesitan. El día que los 305 restantes recibieron el mensaje de Andrew, ninguno se enfermó, tuvo complicaciones o pendientes. Todos atendieron la reunión donde pronto saldrían la mitad de ellos.
—¿Q-Q-Qué esta-ta-tamos haciendo-o-o aquí?
—¿Quieres acabar el mundo? Véndele la idea a los más poderosos y ellos te apoyarán.
Andrew y Greel se encontraban delante del edificio de veinte pisos de Greenfield donde se estacionaban tres camionetas cada minuto, las camionetas donde salían los hombres más poderosos del mundo y sus guardias.
—N-nos van a-a-a ma-matar.
—¡Vaya que hablas igual que él!
Los dos hombres caminaron hacia el edificio, Andrew movía con el aire su capa, por fuera vestido de terciopelo y negro y por dentro un rojo intenso, su traje bien ajustado y su cabello medianamente gris peinado hacia atrás con una coleta lo hacía ver un poco más interesante que el resto. La juventud de la apariencia de los más de 300 años de edad que tenía, contrastados con Greel, llamaron la atención del guardia de la entrada.
—Buenas tardes, mi nombre es 306.
—¿Cuál es el nombre de su acompañante?
—Bueno, podría decirse que es 307, es mi acompañante.
—Lo lamento, no puede entrar. La sala puede soportar 306 más cinco y los números están llenos.
—¿Así que tenemos acompañantes en la sala Greenfield?
—Son los guardias de seguridad.
Andrew sabía que la razón por la que tenían esos guardias. Era por él, de alguna manera conocía su destino: jamás saldrá ileso de esa junta. Se había convertido en un esclavo del juego de Greel representa un riesgo para todos los poderosos de Monarch. Sabía que había posibilidad de que saliera esposado y condenado a vivir el resto de su vida inmortal dentro de un cuarto de cinco por cinco metros. Si el plan de Greel no funcionaba, tal vez sería hora de pensar en un retiro a la inmortalidad y tomarse el virus, inyectárselo si fuera necesario.
—¿Entonces no puede pasar mi amigo?
—En efecto, lo siento mucho, señor.
—Lo siento mucho yo, no puedo tomar una negativa como respuesta.
El guardia de seguridad observó atónito a Andrew, jamás había recibido a un hombre de tan alta sociedad que no pudiera cumplir una pequeña regla. En las invitaciones de Greenfield venía muy claro que no podían ingresar invitados. Ni el presidente de Estados Unidos, Rusia o Japón se oponían a la regla. ¿Por qué un señor, claramente menor que un presidente, no podía obedecer la regla?
—Te la voy a poner fácil, sé que no sabes qué hacer en estos casos. Mi nombre es Andrew, soy dueño del circo más grande de fenómenos, veterano de guerra y tengo la riqueza vital más grande de cualquier hombre en esta sala. Déjame pasar ahora y te compartiré un poco de mi riqueza.
—Lo lamento, señor.
Andrew se notaba claramente molesto por la actitud del guardia. Había aprendido en los últimos meses a ser una persona "menos agradable". Ahora recordaba porqué, el guardia de seguridad era como todos los seres vivientes: un pozo lleno de intereses y apego a reglas estupidas. De pronto el fin del mundo se veía como un festín antojable y delicioso. El fin del mundo le daba ansias.
—Entonces pasaré solo.
Andrew se registró manualmente, colocó su huella digital que, sabía que activaría una alarma de advertencia. El inmortal había llegado finalmente y con su llegada, su primer truco de magia aparecería. Terminó de escribir su nombre cuando, como por arte de magia, la pluma se encajó en el centro de la garganta del oficial. ¿Magia o una tremenda habilidad de lanzar al blanco? El guardia cayó al suelo en el instante mientras Andrew controlaba las ilusiones alrededor. Nadie vio al guardia caer y, como  segundo acto de magia, renació.
—Lo que creaste, Greel, va más allá de cualquier truco de magia.
Oprimió el botón para darle acceso a su pequeño amigo y este pasó mientras el guardia se colocaba una bufanda, cortesía de Andrew, alrededor del cuello para ocultar la herida mortal.
La sala de juntas se encontraba lista para recibir a Amdrew, en la capacidad del recinto cabían exactamente 306. Fuera de la sala se encontraban dos hombres: el presidente de Filipinas y un exitoso desarrollador de redes sociales, el presidente y maestro en la creación de una red social donde escribías como un ave, limitando lo que escribes para decir más con poco.
—Señores, buenas tardes.
—Andrew— el presidente de Filipinas volteó a ver al hombre, visiblemente le desagrada el inmortal— ¿a qué se debe la reunión tan urgente?
—Señor presidente, no creo que sea necesario que usted ingrese, para ser sinceros.
Tanto el presidente como el desarrollador se voltearon a ver con extrañeza, ambos conocían a Andrew de reuniones pasadas y siempre tenía algo que decir. Desde la muerte de Topace Indie, no lo volvieron a ver. Ahora reaparecía con un amigo y cabello más largo; en el fondo el cambio había sido más grande. Ahora Andrew se veía más fuerte, casi infernal. 
—¿A qué te refieres, Andrew? Yo creo que el que no pertenece aquí y, en el mejor de los casos, debería ahorrarse el hablar, deberías ser tú.
—¡Qué infortunio que el líder de un país tan rico tenga que morir antes del fin del mundo!
Al escuchar las palabras de Andrew, tanto el presidente como el desarrollador se dirigieron a la sala de juntas. El contorno de los ojos de Andrew se tornó color rojo y sus pupilas se desvanecían a cada microsegundo que pasaba. Los cuerpos de ambos millonarios se detuvieron y perdieron el control de sí mismos. Los brazos del presidente abrazaron al desarrollador. El contorno de los ojos de Andrew se volvía cada vez más rojo mientras los brazos del presidente estrujaban más al desarrollador. Se estaba quedando sin aire cuando Andrew los encaminó a las escaleras. El aire estaba a punto de agotar su existencia cuando los dos cayeron. 
—¿Cu-cu-cuánto...
—Ya están muertos. Adelante.—Andrew y Greel entraron a la sala de juntas.
La sala estaba llena con hombres y mujeres, todos igualmente de importantes para la causa de Andrew, había un faltante que muy pronto se notará en la sala. Al momento en el que Andrew y Greel entraron, la sala quedó en completo silencio. La incomodidad de ver a un inmortal se notaba en todos los presentes, excepto en uno: un hombre oriental sentado a tres hombres de Andrew.
—Buenas tardes.
—Espera un momento, Andrew— interrumpió el presidente de Estados Unidos— Falta el presidente de Filipinas y...
—Ellos están muertos.
—¿Muertos?— el líder de los laboratorios creadores de virus se levantó de la mesa, no fue el único que se exaltó de escuchar las palabras de salían de Andrew, muchos de ellos conservaron la calma y otros, fueron controlados por otra persona en el lugar, alguien que observaba atentamente a Andrew.
—Voy a ser muy breve con ustedes, señores. Pienso que se merecen una explicación a la razón por la que estoy aquí. Puedo ver a todos estos guardias que contrataron para contenerme y, les prometo, no será necesario usarlos. Últimamente he sentido mi poder renacer como nunca antes...
—Ve al grano, Andrew. Tengo un país que gobernar.
—Damas y caballeros, es hora del fin del mundo.
La persona que ejercía calma en los demás se exaltó de la frase, los hombres y mujeres dentro de la sala se levantaron de sus sillas, otros se reían, algunos otros veían con determinación a Andrew, la mayoría estaba molesto, no podían creer que la razón por la que los reunió fue por algo tan utópico como el fin del mundo. Los guardias apuntaron sus armas a los dos visitantes, tanto Greel como Andrew sintieron la presión de los cañones apuntando a sus sienes.
—¿Por qué, si fuera real, necesitaríamos el fin del mundo, Andrew?
—Porque la gente muere, empobrece y se reproduce diario. Es hora de la evolución, señores, debemos sobrevivir solamente los más capaces. Es el sueño de cualquier inmortal...
—Los inmortales perdieron cualquier credibilidad desde la muerte en Troya. Además, ¿planeas tú hacerte cargo de algo tan absurdo? Tomaría años siquiera descubrir la manera de...
—La tengo, no está a discusión, personas del Monarch. Tienen la opción de sobrevivir junto a su familia en una de las bases más seguras del final del mundo. Solamente aceptaré las mayores cinco ofertas que me muestren al finalizar este mes. En seis meses, el fin del mundo comenzará.
—¿Con qué clase de poder y autoridad te crees para mandarnos algo a nosotros? No te creemos una palabra, maldito mago charlatán— el presidente de Estados Unidos se había enojado de verdad, hizo una señal a los guardias de seguridad para liquidar a la pareja que le había hecho perder el tiempo. A la orden del presidente, los dos guardias dispararon hacia Andrew y Greel.
—No va a funcionar.
Los ojos de Andrew se tornaron blancos y el contorno de sus ojos rojo. Las dos balas expulsadas por el cañón de la pistola se quedaron adentro y los guardias se apresuraron a ver la razón por la que nos salían las balas. Como si sus movimientos fueran involuntarios apuntaron a los rostros del presidente de Estados Unidos y al primer ministro de Canadá.
Dispararon.
Las personas presentes observaron con miedo la escena, dos líderes de los países más contribuidores del mundo murieron en sus narices, pero no podían gritar. Andrew se preguntó por un momento por qué no gritaban, no tuvo que pasar mucho para que notara a uno de los suyos en la mesa, el oriental. No lo había visto antes, se veía como un joven de 30 años, con rasgos orientales y una figura delineada.
Andrew no había acabado con el espectáculo, los dos guardias se arrodillaron mientras el mago hacia su mayor demostración mágica, los cuerpos de ambos comenzaron a desintegrarse en pequeñas partículas mientras ambos sentían un dolor punzante y agudo en cada parte de su cuerpo que cesaba al aire y la gravedad. En el extremo del cuarto, el último de los guardias, sacó silenciosamente su arma y, antes de que el inmortal oriental pudiera controlar su respuesta, disparó contra Andrew.
La bala penetró en el hombro izquierdo del inmortal. Todos, incluyendo Greel y el inmortal presente en Monarch se asombraron de ver lo que sería, tal vez, la primera herida que se le hacía a un inmortal. Andrew cerró los ojos, signo del dolor que sintió del impacto. No brotaba sangre de la herida, lo poco que se lograba ver de sangre levita a de la herida hacía unos centímetros arriba del hombro, el guardia miraba impresionado la sangre flotante y preparó su arma para disparar otra vez.
—¿Sabe algo, oficial? En mis más de 500 años de vida, nunca me habían hecho una herida— continuó Andrew, mientras sacaba la bala de su hombro, parecía incómodo por el hecho pero no adolorido— siempre me imaginé que las heridas de bala dolían más. He peleado en guerras y pasado por millones de enemigos que darían su alma para verme herido. Usted logró lo que haría sentir orgulloso a todo este comité y morirá con el honor de probar el virus del fin.

CONTINUARÁ

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