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EL FIN - GREEL CONOCE EL WEIRDSHOW

RESIDENCIA GREEL. QUINCE AÑOS ANTES DEL FIN.
—¿C-Cómo me encontraste?
—Esa debería ser la última de tus preocupaciones, Greel.
John Greel es un hombre pequeño, de un 1.54 metros de estatura, si su intelecto pudiera ser medido, sin duda sería la persona más gigante jamás existente. Sus estudios en genética e informática avanzada y el enorme tiempo que pasó solitaria hicieron que creara la base de datos más increíble del ser humano. Greel creía que existían diferentes tipos de humanos cuya información genética los poseía de poderes sobrehumanos.
Su interés por la especie humana nació de una noticia emitida por una reportera bastante famosa en época del Monarca, Ashley Fontana, en uno de sus mayores reportajes (incluso considerado el mejor reportaje jamás creado) intentó demostrar la comunicación entre un tipo diferente de humano con insectos receptivos como las mariposas. Ya que en últimos reportes se había demostrado que El Monarca podía comunicarse con este insecto, Ashley reunió a una cantidad enorme de personas para mostrar que cada persona tenía un alcance cero a este insecto y después lo comparó con un vídeo tomado de El Monarca donde se veía que las mariposas seguían el movimiento de sus ojos y no al revés.
El hecho fue que, más allá del reportaje, Los Ángeles se estaba volviendo un infierno a causa de mariposas, fuera o no cierta la teoría de Ashley Fontana, había una fuerza más allá de lo considerado natural que hacia creer a Greel en la existencia del metahumano. Un ser capaz de controlar más allá de sus límites sensoriales y que, incluso, lo podría hacer inmortal. 
Pasó cinco años intentando encontrar el gen que podría hacer a alguien inmortal. En otra de las grandes noticias publicadas en el año en curso, se encontró a una mujer viva después de haber estado enterrada, en lo que dirían los testigos, más de 20 años en los que habían construido un vecindario. Imposible que una mujer haya vivido tanto tiempo bajó tierra. Lo que más llamó la atención de Greel fue el destino de aquella misteriosa mujer; según los testigos se dirigió hacia Ámsterdam, el lugar de la guerra.
Tomó lo mucho que había ahorrado para la creación de su inventario y equipo de laboratorio y tomó el primer vuelo a Ámsterdam, si no se equivoca, en ese lugar habían pasado hechos importantes para su catálogo, las piezas se estaban conectando sin siquiera intentar mover las cuerdas; en el avión buscó los lugares en los que podría ir la misteriosa mujer inmortal y marcó tres en su mapa: el bar “Smile”, el punto rojo y el circo de fenómenos de Andy:  “Weirdshow".
Al llegar al bar “Smile" se encontró la leyenda de clausurado; el bar había cerrado después de comprobarse los actos ilícitos que llevaba a cabo. El siguiente lugar fue el punto rojo, conocido por ser el prostíbulo por excelencia, las mujeres bailaban en cabinas rojas sin ropa. Ningún impulso sexual se prendió en el sistema de Greel, para él, la única misión posible era encontrar a la mujer inmortal. Se metió dentro de una de las cabinas con una mujer de Francia llamada Simone.
—No eres mi tipo, hombrecito. Tal vez encuentres algo en el final del pasillo.
Greel sacó de su bolsillo una foto de la mujer que buscaba, en la foto aparecía la mujer negra, sucia y con ropa bastante percudida y rota por el uso. Es inevitable que, incluso una mujer que ve tantas personas en el día, pueda olvidar a una mujer así. Le mostró la foto a la mujer quien observó la foto atentamente hasta tratar de recordar algo.
—No la conozco, si hubiera pasado por aquí lo sabría. ¿Estás seguro que así luce o ya es una anciana?
Greel negó con la cabeza.
—Tal vez puedes checar dentro del circo de fenómenos, es bastante famoso. Después de lo último que pasó.
Greel observó con duda a la mujer.
—¿No lo sabes?
Greel negó de nuevo con la cabeza.
—Hace poco salió en las noticias. Dentro del circo hay un mago y hace unos días, partió a una mujer a la mitad, la situación ahí fue que no la pudo volver a unir.
—Ámsterdam e-es una c-c-ciudad interesante. ¿N-n-no?
El tartamudeo de Greel hizo que la mujer sintiera un poco de compasión por el hombre.
—Claro que lo es, aquí nadie envejece señor.
Estaba claro, ahora. El lugar al que debía ir era el “Weirdshow”, algo había ahí que hacia que Greel se sintiera atraído por ir. Tal vez la escasa probabilidad de encontrar a la mujer o de ver al mago asesino. Se preguntó a qué se debió que no fuera encerrado en la cárcel, o tal vez si lo estaba, no tenía ganas de seguir hablando con aquella mujer. La idea de conocer al mago sonaba interesante y, en cierta parte, necesaria.
—Bienvenidos señoras y señores—una mujer Barbuda comenzó con la bienvenida al show. Según algunas personas a las que les había preguntado antes, el primer acto estaba a cargo del mismo mago Andy. Esperó sentado en su silla, observando como un niño a aquellas personas tan extrañas físicamente, aún sin encontrar a la mujer, ese acto serviría bastante para su catálogo de humanos.—Bienvenidos al “Weirdshow”, el lugar sin precedentes, donde la luz y la oscuridad se unen para crear bestias del pecado unidas en actos de Dios. Denle la bienvenida a una mujer increíble, capaz de hacer magia de una botella. Su nombre es bello como los cristales: Topace Indie.
Una mujer hermosa salió detrás de las cortinas, llevaba un vestido hecho con piedras azules turquesa, estaba bañado en brillo de busto a rodillas, sus ojos color azul cobraban vida con el cabello ondulado que caía por sus hombros hasta la mitad de su espalda y sus labios rojos se abrían con cada exhalación. La epidemia de la belleza hacia que Greel se preguntase qué tipo de imperfección física podría tener esa mujer para estar rodeada de tantos fenómenos. 
—Hoy es mi primer día, por favor sean gentiles.
Tanta belleza le recordaba a una persona que murió hace muchos años. Icono del cine y la moda en la época de los cincuenta, por más que buscaba en su enciclopedia mental no recordaba el nombre de la mujer, sólo recordó que su padre la había asesinado con un diamante después de un escándalo que los incluía. El mundo de los cincuenta solía ser muy crudo, incluso para una persona que siempre fue abusada por su apariencia como él.
Por más que quería ver a la mujer todo el tiempo, su pregunta permanecía en la cabeza: ¿dónde está el hombre? Por detrás de la carpa donde Topace, de manera insegura, creaba su acto de desaparición, escuchó a dos hombre y una mujer discutiendo.
—Si es una de nosotros, debemos acogerla.
Era él y era ella. Las personas en cuestión eran ellos, los que tanto buscaba, de levantó de su asiento de manera lenta y consiguió salir sin llamar mucho la atención. Al momento de salir encontró a un chico de, más o menos, 21 años, un poco delgado para su gusto pero bastante guapo, sus ojos relataban amabilidad acompañada de tristeza y amor. Una combinación extraña para tratarse de un muchacho tan joven. Al ver al pequeño Greel sonrió, tal vez pensó en que quería unírseles.
—Señor, el espectáculo es del otro lado. Tal vez Topace no sea muy buena hoy pero dele una oportunidad.—La sonrisa del joven tocó el corazón del Greel. Se preguntó qué tendrían, el joven y Topace, de extraño para pertenecer al circo.
—P-P-perdón. Me g-g-g-gustaría ver al d-d-dueño.
—Perdóneme usted pero el señor Andy no puede ver a nadie. Ya sabe, mala publicidad. Pero puede decirme a mí.
—¿C-c-cómo se lla-ll-llama?
—Mi nombre es Colton, soy algo así como la persona que cuida el circo cuando Andy no está. ¿Y usted?
—G-G-Greel.
—Mucho gusto, Greel. ¿Qué necesitas de Andy?
El tartamudeo de Greel impedía que preguntara  lo que en realidad quería saber. Quería saltar en aquel hombre tan agradable y obligarlo a que lo llevara con la mujer y con Andy, preguntarle si son inmortales y tomar unas muestras para su inofensivo catálogo. Algo le decía que eso sería imposible, así que debía aprovechar a Colton, que conocía tan bien a Andy y conocer todo lo que pudiera, incluyendo muestras de ADN.
—P-p-pode-de-demos ir a su o-o-ofici-ci-cina.
—Claro, acompáñeme.
La tienda en donde vivían Andy y Colton parecía mágica, el decorado dorado y los muebles blancos le daban un toque clásico y elegante. Greel pensó que tal vez por ser un circo con pocos visitantes, se trataría de carpas sencillas pero para él, la carpa era mucho más que el valor de todo su inventario. Colton se sentó detrás de un escritorio de madera blanca y Greel delante de él. El escritorio le quedaba grande al hermoso Colton, tal vez por la edad o la experiencia corta, pero el carisma y la sonrisa duran años.
—Bueno, Greel. Cuéntame qué es lo que necesitas.
—Ho-Ho-Hola, v-v-vengo bu-bu…
—Lo siento señor, la persona que usted busca no puede salir en este momento.
Tanto Colton como Greel voltearon impresionados al ver entrar a Andy, vestido con un pantalón café y camisa blanca, con un chaleco del mismo tono que el pantalón, Andy iba soltándose el cabello. Su sonrisa marcada y sus ojos claros llenos de misterio llenaron el cuarto con admiración e incertidumbre. ¿Cómo podría este hombre mago saber qué es lo que quería Greel?
—Señor Greel, ¿viene usted a unirse a esta gran familia de fenómenos?
La sangre de Greel heló al instante en que Andy terminó la oración, ese hombre mágico lo estaba viendo como un fenómeno.
—Le recomiendo una cosa, nosotros no somos una especie que debe ser catalogada. Su catálogo me ofende a mi y a todos los de mi familia. 
—S-s-solo l-l-lo…
—¿Crees que nosotros necesitamos reconocimiento de usted o la comunidad científica que ha negado nuestra existencia?
—Andy…—exclamó Colton desde el escritorio. El rostro de Greel se puso rojo a cada centímetro de su piel. No podía creer que ese hombre negara el trabajo que le había costado tanto empezar, y mucho menos que lo dijera de manera tan tranquila, tan feliz y tan fuerte. El rostro amable de Andy no desapareció a pesar del rechazo a la solicitud de Greel. Colton se levantó del asiento y se paró a un lado de su amante y tocó su pecho, en señal de calmarlo.
—Lamento mucho que haya venido hasta acá por un rechazo, en serio lo lamento. No puedo en este momento aceptar que usted nos catalogue, debo proteger a mi especie. 
—Por favor, perdone. Lo acompañó a la salida.—Colton tomó del hombro a Greel, quien parecía estatua con la mirada clavada en la pareja. Una parte de él se sintió satisfecha pues Andy le confirmó lo que el pensaba que era sólo un rumor: existe una separación entre lo que es un ser humano común y corriente y lo que son ellos. Tal vez no sean los fenómenos más feos pero si lo más extraños.
—U-u-una co-co-cosa más.
—Dinos.
—M-m-m-me g-gusta-ta-taría te-terminar…
—De ver el espectáculo. Señor Greel, bienvenido al Weirdshow.
Al salir de la carpa de Andy, Greel se sintió satisfecho al ocultar algo en su bolsillo y ver a una mujer, idéntica a la que estaba buscando, platicando con la mujer que supuestamente había muerto unos días antes a manos del mago. Una mujer cuya anatomía fue modificada para convertirse en la mujer gato. Ambas estaban platicando, viéndose visiblemente preocupadas.
—¿Sabes qué fue lo que me dijeron ese día, Greel?
Varios años después, Greel se reencontró con el hombre mágico en su habitación, visiblemente molesto, con el corazón destrozado por la muerte de Topace. Sus ojos no eran felices o profundamente complejos, de hecho, fue fácil para Greel adivinar qué pasaba con Andrew. El odio había inundado su vida y la aceptación a la misión de su vida tuvo que ser absorbida por su alma. Ya no era más el mismo hombre que cuidó y luchó por su especie, se convirtió e  algo oscuro.

—Me dijo que, el día que tu fuiste, conocería al responsable del fin. Siempre pensé que Amanda era esa persona y que la guerra había sido consecuencia de ese día. Pero, ahora que sé la verdad. Dime, ¿En qué puedo ayudarte?

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