INSANITY - CAPÍTULOS XI, XII
SEGUNDA PARTE: EL ESCRITOR
XI
Soy un escritor. Siempre crecí pensando que, por el hecho de dedicarme a crear mundos fantásticos, no quiero creer en el mundo real. ¿Es cierto o falso? Bueno, es facto que crear mundos, situaciones, personajes que te acompañen durante muchos años es gratificante, la verdad cuando escribo no me siento solo, estoy acompañado de mi ficción y esa ficción es mi verdad.
Me llaman Writer porque comencé escribiendo en inglés como un medio de escape a mi verdadero idioma y también como una proyección a un futuro en el que algún productor, editor, etc. nos encontraría y nos ofrecería millones por nuestros servicios específicos. Siempre he querido ser actor, los mejores actores se encuentran en lugares convencionales. Las academias y escuelas de actuación lo único que hacen es desviar la naturalidad de ser.
Entonces, ¿cuál es mi naturalidad? Ciertamente nací para asesinar, para escribir sobre lo que asesino y retratar asesinos en televisión. Nunca nos ha costado imaginar el placer que sentiríamos al explotar una cabeza, partirla en dos y comernos el cerebro de aquella persona. Entre más inocente, mejor. Imagina: estás con una chica que ha beneficiado a todo el mundo, que ha ayudado a los pobres. ¡Qué festín para el alma de un asesino ver en vivo cómo se muere!
¿Por qué lo digo? Fácil, porque la gente vive con la esperanza de que Dios te salvará, tu muerte será proporcional a lo malo o bueno que fuiste en esta tierra. Se impactan cuando a un corrupto le va bien y a una mujer buena le va mal. Por eso lo disfruto tanto, ver sufrir a una persona buena antes de morir es casi como saborear el placer más grande de la vida.
En cuanto a personas malas, eso es un tema aparte. Personalmente creo que, cuando una persona mala muere de modo atroz es porque no existía más espacio para él. Nos pasamos la vida peleando y deseando la muerte cuando la naturaleza desecha lo que no sirve. Nos deja a los asesinos por algo, porque necesitamos purificar a los restantes, filtrarlos.
Admiro tanto a los asesinos por su trabajo, los envidio tanto porque no tienen miedo de hacerlo. Ayer en un sueño una mujer me dijo que yo no había nacido para asesinar. Lo tomé como un reto, matar a una persona mala sería lo que Lex llamaría: acción divina. Matar a una persona buena: satisfacción. Matar a nuestra madre fue una cadena. No necesitábamos leer el periódico para saber quién la había matado.
Mel murió cuando Lex murió. Lex murió cuando mamá murió. Así de fácil.
Pero hay una persona que no ha muerto.
Y vamos tras él.
XII
He visto asesinos en vivo, hablando sobre sus crímenes, algunos se arrepintieron, otros no. He visto escenas de crimen. La ventaja más grande cuando eres escritor es que no te ven como un paparazzi; de alguna manera sienten que respetas a los muertos por hablar de ellos. Yo no respeto a los muertos, se merecen cada pizca de dolor que sintieron. De hecho, me gustaría saber lo que se siente morir.
Yo quiero morir de una manera fuerte, que me duela, que sienta como la vida se va despegando de mi cuerpo. El alma retorciéndose de dolor y quizá transformarme en otro ser y volver a vivir la muerte. Me hubiera encantado sentir el dolor que Lex sintió al ver a nuestra madre muerta. Ella yacía en el sofá como si la hubieran puesto a dormir. Primera pista: El asesino es un cobarde y mediocre.
Su brazo salía de su silla favorita y colgaba como un péndulo. Cuando Moses y yo vimos la escena recordamos cada rutina de noche de nuestra madre: Solía sentarse en su silla plateada favorita a observarse el rostro completamente maquillado, anhelando la juventud que en algún momento le hizo ganarse el corazón de muchos hombres. El desmaquillante en crema siempre fue un problema para nosotros pues tenía una consistencia bastante densa. Estoy seguro que la usaba para sentirse aún más bella; hay algo en las cremas que hace sentir a las mujeres más “mujeres”.
Tomaba su suero anti arrugas y lo esparcía cuidadosamente en cada tercio de su rostro, cuello y manos; los esparcía como un espiral haciendo que un mililitro pareciera un litro; su crema favorita, con olor a azucenas y compuesto de perlas y oro que se rompían cada vez que apretabas el dispensador era su parte favorita. La hacía sentir costosa en una manera que su casa y su vida nunca lo hicieron. Veía irse el maquillaje, la ilusión de ser veinte años más joven para convertirse en una señora mayor.
El asesino conoce la rutina de mi madre igual que nosotros, no hubo espacios temporales en el dominio mental de Lex, así que es cero por ciento probable que nosotros hubiéramos sido. El asesino conoce la importancia de cada crema, excepto una.
A mi madre le encanta ponerse un tónico de té verde después de su crema; a pesar de que su estilista le explicó que el tónico siempre va antes del suero, a mi madre le encantaba la sensación de frescura después de la densidad de su crema de perlas. Había comenzado a usar ese tónico antes de que se fuera de viaje y regresara muerta. La persona que la asesinó la dejó terminar la crema de perlas y, después de haberle permitido la satisfacción de sentirse rica, la asesinó.
Su pobre rostro, si alguien hubiera diseñado una crema que te pusiera el rostro tan duro como el oro, seguro estaría viva. El asesino le disparó en la cabeza; en la nuca para ser exactos, a espaldas. Mi madre tiró su tónico de té verde al suelo. No dejó alguna nota pero el mensaje fue claro: nosotros seguíamos.
Pasó un día de estar a cargo, investigadores, policías, la prensa, todos iban a nuestra casa mientras Moses buscaba a Lex en algún apartado de nuestra mente. Yo, felizmente, servía un par de tragos a los policías para que me contaran más acerca de los asesinatos que han investigado. Delicias al por mayor, mujeres violadas, hombres castrados, niños quemados, suicidios, vestidos con máscaras, avergonzándose de la muerte, notas dolosas, cuchillos, pistolas, escopetas, diseñadores de armas, narcotraficantes, asesinos seriales, zombies, réplicas de experimentos, más niños, más mujeres, más hombres, por el dinero, por error, por amor, por venganza, y entre todos ellos, mi madre había muerto por coraje.
En parte creo que Lex murió porque, por su culpa, mamá murió. Al final del día, el asesinó a esa mujer, aunque Moses y yo le dijéramos que era la decisión incorrecta; él decidió mandar el video a mi padre antes de la policía. Y lo peor, arregló una cita con mi padre el mismo día. Alexander Grant podía ser un maestro en ejecutar un plan, pero es un asno para pensarlo. Ahora mi madre esta muerta, ofreciéndome un espectáculo para ver. La demanda se había cancelado y nuestra próxima cita está más próxima y obligatoria.
Con tal de arreglar los papeles para que nosotros quedemos a cargo de la demanda, debemos vernos en el juzgado.
—Estoy listo, Moses.
—Estoy más que listo, Writer.
Tomamos el arma, estamos dispuestos a hacerlo.
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