Insanity - Huellas de perdón.

Querida Mel:
El gusto es mío por saludarte de nuevo, no me gustaría decir que es la última vez pero si lo es, estoy feliz de haber coincidido contigo. ¿Sabes algo, Mel? Me curaste con tu amor, tu compromiso y tu matrimonio al mantenerme insano. A veces pienso en ti como una terapia y otros como una bruja.
Tus poderes son eternos y satisfactorios; cuando llamas, voy y cuando saltas, me hinco a tus pies. Mel, eres mi todo, mi arma, mi vida, mi auto, mi motor, mi libreta y mi espejo.
Me encerraste cuando te necesité y me liberaste cuando me enamoré. Mel, gracias, gracias por tanta Insanidad.
Enciérrame.
Moses.

Las pesadillas se han ido desde ese día, tal vez sientan que me curé y yo diría que me encuentro más insano de lo normal, la humanidad me convierte en aquello que juré destruir y todos los días me crucifico por los pecados que no cometí. Si eso es ser humano, prefiero regresar a ser asesino serial.
Alexander Grant siempre me dijo mierdas sobre mi vida y lo mucho que podía hacer y crear con la confianza de un solo ser. Unos ojos sincronizados con los míos y una huella en el tiempo que jamás se borraría sin importar cuánto mejore la cicatriz de tu pecho.
Encontré la confianza de andar gracias a un ser que en estos momentos está a lado mío. Un gato desamparado con ojos de borracho que le fascina y le excita verme escribir en el teclado mientras él voltea a todos lados.
El día que reemplacé a mi diario con un gato me volví dependiente a él, a su existencia y sus huellas y mordidas sobre mi piel; así que el día que desapareció fue bastante obvio que la inanidad guardada saliera.
Los planes de odio hacia padre, fueron reemplazados por una inquietante sensación de peligro que significaba el aventarme a un vacío donde la muerte estaba segura, no estaba seguro de perdonarme el tiempo que perdí tratando de matarte.
A veces creo que no me doy el crédito suficiente pues Writer me salvó y Grant regresó de la tumba para acompañarme.
—No lo hagas— murmuraron.
—Va a llegar algo mejor, algo que te transforme en una gardenia.
—Y, mierda, Moses, si lo haces. ¿A quién voy a joder?
Claro, con matarme era obvio que dejaría sin casa a dos almas, era obvio que me arrepentiría por el potencial de mis planes. Aún así fue una posibilidad, sigue siendo una después de todo.
—Si no lo hago, ¿prometen que todo estará mejor?
—No.
—Definitivamente no.
—¿Vale la pena intentarlo?
—Escribe sobre esto y encontrarás la respuesta.
—Pero escríbele a él, puñetas.
Y hoy lo escribí.
No importa realmente quién mató al cerdo pero es definitivo que ese día murió, con huellas de perdón que, por supuesto, primero llegaron a mi.
Me perdoné por odiarte.
Me perdoné por matarte tantas veces.
No sé si, en este tiempo de existencia, se cruce otro cerdo, pero lo que sé es que siempre tendré a dos cómplices escribiendo y jugando.
Gracias, Lex.
Gracias, Writer.
Gracias, Stephen.

Y sobre todo, gracias padre.

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