PRIVATE GIRL - TOO PERSONAL
CAPÍTULO VI: TOO PERSONAL
—Mi vida es una mierda.
—También la mía.
—Ah, ¿sí? Dime seis razones por las que piensas que tu vida es una mierda y yo te daré las mismas, más una.
—Comencemos, entonces, recién conocido desconocido.
La primera razón por la que la vida de Genevieve es una mierda se debe a las apariencias. ¿Quién podría pensar que una chica de 18 sería perfecta? Bueno, cuando tienes la genética popular entre los sectores de tu edad, puede ser una maldición.
La madre de Genevieve pasaba diez horas del día viéndose al espejo y las otras catorce soñando con qué le hubiera gustado usar de joven para explotar aún más su belleza, darle clic a comprar y esperar la fecha de entrega para entregárselo a su hija y que lo vistiera por ella. El día que su hija le comentó que le gustaba el rock, pensó que era el fin del mundo.
—Vas a terminar pintándote el cabello de negro y oliendo a aceite de motocicleta —le decía, pensando en las probabilidades que tendría de volverse a embarazar de una niña y eliminar la palabra “rock”, “motocicleta” y “vagabundo” de su buscador predeterminado.
Cada vez que salía de la preparatoria, su madre la esperaba, con ansias de conocer al próximo novio de su hija. Fornido, de buena familia y con una bomber jacket del equipo de americano: no es mentira afirmar que Genevieve era la más popular y que los hombres que jugaban americano la seguían como perros auxiliares a todos lados de la escuela; sin embargo, la preparatoria que su madre logró pagar no figuraba ni en la lista de las cien mejores escuelas del estado.
Su vida vacilaba entre despertarse a las cinco de la mañana para que su mamá la arreglara y practicar baile contemporáneo en la tarde, engañando a su madre con que se trataba de “ballet new-age”. Su interés por los hombres era mínimo, pero había salido con, por lo menos, dos muchachos que solamente le hacían preguntar si el tamaño de sus penes era proporcional a las neuronas que les faltaban.
En sus clases de baile contemporáneo notó que tenía una fuerza magnética en cada uno de sus movimientos. En clases, ni los profesores ni el alumnado podían dejar de verla. Ella era capaz de proyectar sentimientos más allá de su desempeño en el escenario. Cada flexión era tanto delicada como tempestiva y cada gota de sudor que brotaba de su frente, como una gota de oro líquido sagrado que la Diosa Afrodita había dejado, por capricho, a merced de la humanidad.
—¿Así que dices que ser hermosa es tu mayor problema?
En realidad, si lo consideras, ser hermosa no era su mayor problema, lo era él qué tan hermosa tienes que ser para que sea “suficiente”. Para su madre, el peinado de coleta con antenas que le hacía en las mañanas no era suficiente para atraer un buen hombre y una escuela prestigiosa; para la escuela de baile, su talento no era suficiente para ser una bailarina del equipo, debido al conflicto que su presencia significaría para las miembros. No importa cuánto se esforzara, sus metas siempre iban al cincuenta por ciento de velocidad y al veinte de satisfacción.
—Y tú… ¿te sientes satisfecha? —le preguntó Dylan.
Para comenzar… ¿Qué es la satisfacción? ¿Cuándo es suficiente? ¿Cuándo sabes que estás satisfecho? Y lo más importante, ¿por qué estaba hablando de esto con un extraño? En una de sus clases, al final, se le acercó un hombre para preguntarle si le gustaba asistir a conciertos.
—Bueno… supongo.
El señor le ofreció el negocio de su vida: asistir a conciertos, bailar y ganarse una entrada gratis más una cifra de dinero que, a la edad de dieciséis años, significaba que podría comprar sus propias cosas por internet. Así es, no más blusas con estampado de conejitos arcoíris y faldas tableadas de mezclilla rosa. Aceptó y comenzó la diversión.
Al principio le decía a su madre que saldría con amigas a ver hombres jugando fútbol y parecía suficiente para ella. Escuchaba las canciones con anterioridad y después llegaba al concierto, lista para bailar frente a desconocidos para crear un buen ambiente. La agencia que la contrataba la acompañaba con un grupo de chicas, dispuestas a seguir el mismo camino: pasar el mejor tiempo de sus vidas.
—¿No es un ambiente peligroso para una niña de 16 años?
Cervezas, drogas ocultas y grandes tumultos de gente. Por supuesto que era aterrador para Genevieve. Al principio le provocaba vómito el olor del alcohol y llevaba ropa oversize para evitar llamar la atención. Y, si bien su ropa no era el centro de atención, sus movimientos la catapultaron como la atracción de los conciertos, siendo cuidada incluso por los mismos elementos de seguridad de los artistas y los fans, quienes se formaban temprano en las filas para poderla proteger de las impertinencias.
El plan era sencillo: su mamá la arreglaba y ella se cambiaba en los baños portátiles de los estadios y auditorios y así lo hizo durante dos años, hasta que salió “Stardust Canyon”. La canción fue un fenómeno global, poco a poco notó que la banda creó una escaleta perfecta para llegar al clímax de su éxito número uno y, también notó, que la gente no le prestaba atención en esos veinte minutos de concierto. Lo veía como el momento más íntimo que tendría en muchas semanas.
Se preguntó mil veces qué tenía esa canción que opacaba su magnetismo y la hacía sentir como la segunda estrella más grande y un poco menos brillante de la constelación. Notó que sus inseguridades crecían con cada persona que la dejaba de ver bailar y entendió que no podría permitir brillar menos que eso.
—Bueno, creo que encontré algo más brillante que un “Stardust Canyon” —fue lo que dijo Dylan cuando tuvieron su primera conversación. Algo decisivo que resonó con las seis razones por las cuales su vida era una mierda. Si alguien podía verla más brillante que esa canción, había encontrado a los ojos indicados.
—Ahora dime tu razón de más —dijo Genevieve sin notar que, seguramente no le pagarían completa su jornada de trabajo por hablar con un chico.
—Mi razón es muy personal —respondió Dylan. Al intentar desviar la mirada incisiva de Genevieve, notó que Garnt tambaleaba en el piso con un vaso de cartón sostenido con las dos manos. Presintió que su mejor amigo caería en cualquier momento y, si sus padres le habían enseñado algo bien, era que debía cuidar a su compañero de copas hasta entregarlo a salvo a su casa.
—Creo que tengo que irme, Genevieve. ¿Te parece si te cuento mi razón mañana, afuera de este estadio? —. Genevieve se encontraba confundida entre la frase que le dijo Dylan, el haberle contado toda su vida en cinco minutos y la despedida abrupta del chico de lentes. Solo pudo sonreír mientras se retocaba los chinos de sus antenas de manera nerviosa.
—Claro, te veo a las once.
—Hasta mañana, Genie —. Se sorprendió al escuchar la naturalidad con la que Dylan le acortó el nombre. ¿Genie? Generalmente no le gustaba que cortaran su nombre, pero “Genie” se escuchaba bien. Lo despidió con las manos mientras observaba cómo pasaba entre la gente para recoger a su amigo tambaleante. No pudo evitar soltar una pequeña risa que, al instante, paró y se convirtió en una mueca.
Genevieve recordó la manera en la que se abrió con Dylan y su respuesta a la razón que sumaría de por qué su vida es una mierda.
«—Mi razón es muy personal»
I forced myself to be my parent’s trap
My heart will faint for that
I feel the school is not my place
And my eyes are bleeding maths
I dream about being a fly
And being squashed by my dad
My only wish is to be free
I don’t want to waste my time
I’ve never loved someone
So it’s easy to desist
I’ve never met someone
So I could say bye tonight
Don’t call, don’t say:
“It’s never late”
My heart’s too big
Too personal for me
I dreamed about a kiss in the wild
Maybe that’s not personal…
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