iNVESTIGADORES, NO POLICIAS - EL MONARCA CAP II

 ⦿INVESTIGADORES, NO POLICÍAS

Halley Kirkpatrick era una brillante criminalista, estudió durante tres años en una de las mejores universidades de Colorado, a pesar de la corrupción y mal manejo del gobierno estadounidense, ella quería estudiar criminalística.

—Estás echando a perder esa mente brillante para trabajar con huesos— le decía su profesor de “Teorías antropológicas”, pero para Halley, lo más importante no era trabajar con huesos. 

Ella decía que para llegar más allá, para alcanzar la verdad, había que indagar debajo de la tierra.

No tuvo que pasar mucho tiempo antes de que Hampshire notara la increíble mente de su nueva asistente. Pero sabía que investigar en los Estados Unidos podría ser muy duro para una mujer.

—Estamos en la cuna de los asesinos seriales, aquí, cualquier idiota puede ir al cine y masturbarse para así agarrar inspiración en cualquier loco con el que se sienta identificado, esto no es un lecho de rosas, es la vida real, la cruda realidad. En ningún periódico anuncian el nombre de quién atrapó a Charles Manson. Lo único que les importa es una historia para poder vender a Hollywood. Solo les interesa un nombre e indagan lo que puedan alrededor de su nombre, sin saber una mierda la realidad.

Halley admiraba a Hampshire, cada caso que resolvían los unía como colegas. Había amor a la profesión. Un puro y etéreo amor a la profesión. Un día, mientras Halley acompañaba a Hampshire a su auto, un ladrón salía corriendo de una farmacia. De espaldas a ellos, la única señal de auxilio era la de la encargada, una mujer negra de un metro y medio de estatura, tal vez cerca de los cincuenta años gritando mientras cojeaba con una pierna. El rastro de sangre hizo que Halley corriera detrás de ella.

—Eso no es nuestro asunto. Somos investigadores, no policías— Hampshire tomó a Halley por la espalda, haciéndola retroceder.

Pero… ¿Cómo fallar a su calidad humana?, ella debía hacer algo. Y lo hizo.

—No, lo lamento—dijo Halley corriendo detrás de la mujer negra, al llegar hasta ella, le preguntó si se encontraba bien. 

La mujer que aún no estaba identificada, volteó a ver a Halley directamente a los ojos.

—¿Es policía?— vociferó, apoyando su mano en la pierna que dejaba el rastro de sangre.

—Si, lo soy. Mi nombre es Halley Kirkpatrick, ¿se encuentra bien?—sacó inmediatamente su licencia de investigadora oficial. 

Una persona normal jamás identificaría alguna diferencia entre esa licencia y una de policía. Halley debió notar que no era una persona normal. Muy tarde. Al enseñar la licencia a la mujer, volteó a ver a su derecha. Un payaso la veía directo a los ojos. Tampoco era un payaso normal, estaba cubierto con maquillaje de fiestas infantiles que dejaba ver tonos de su piel blanca. Alrededor de los ojos había contorneado unas cómicas cejas en forma de flecha que descendían hacia sus labios pintados completamente de rojo. Sus ojos eran negros como lo noche. No tan negros como la pintura en la cara de la mujer negra. <<Te conozco>>.

Intentó correr hacia su compañero detective pero lo último que escuchó durante las próximas dos semanas fue el grito de su compañero, Hampshire. Gritaba su nombre y antes de que pudiera escuchar otra cosa, sintió como una bala penetraba, como hielo en seco, en su espalda. 

<<Somos investigadores, no policias>>

El evento se llamaba: cacería de policías. Era el suceso más grande en el país norteamericano. Después de que un oficial estatal de Los Ángeles confundiera a una gran estrella de pop, que caminaba orgulloso con un celular de última generación, con un indocumentado, comenzó el desastre. 

Halley no veía mucho las noticias en la televisión porque le parecía un <<desborde informado de chismes y patrañas>>. Y esa noche, sin tener incluso la intención, había revelado a dos personas el principio de la decadencia del gobierno estadounidense. La única carta bajo la manga que el presidente tenía. El detective Hampshire.


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